jueves, 14 de marzo de 2013

El Principito




 El Principito, podría decir es el libro que más he leído, a los 16 lo hice unas cinco veces, escuché el audio libro, vi la película y escribí algunos comentarios sobre la obra de Antoine de Saint Exupéry. Hace unos días leí  tres veces más el cuento y significó algo diferente a las veces anteriores.

Reservo mi opinión sobre si es buena o mala obra, al fin de cuenta todo es relativo. Me es más interesante hablar del contenido. Como muy pocas veces hoy me detuve a reflexionar sobre el sentido de la vida, las grandes y pequeñas cosas que pasamos todos los días y nuestra postura ante tales sucesos, varios minutos me sirvieron para comprender por lo menos la realidad que he construido.
Después de reflexionar la lectura del principito comprendí mejor que nunca el verso bíblico que se registra en  Mateo 18:3 “el que no fuere como un niño no entrará en el reino de los cielos”. Y es que ser niño es lo más hermoso que puede experimentar el ser humano.  El niño piensa la vida como un juego en el que hay que dar todo de sí y divertirse, corre, ríe, grita, es él; no existe el pensamiento materialista que un adulto puede tener.
Cuando somos niños todo nos maravilla aunque también hay cosas que nos dan miedo, nos relacionamos con los demás sin condición alguna, nos atrevemos a cuestionar sobre cualquier tema, nuestra inquietud es tan grande que no entendemos cuando los adultos nos dan respuestas tan vacías y sin sentido.
Ahora sé que físicamente no soy un niño, pero releer el principito me hace  retroceder, es cierto, no me imagino con carritos y pelotas, corriendo por el amplio patio de mi casa, ni mucho menos abrazando a mi desaparecido gato, pero me sensibilizo y pienso como los niños en jugar, en jugar a vivir.
Comprendo que los problemas al igual que los baobabs comienzan siendo pequeños, ese es el momento en que puedo desterrarlos, porque cundo son muy grandes es más difícil. Creo que así debo pensar siempre, tener una actitud positiva, todo cuanto sea posible se hará, no debo pedir lo inalcanzable. 
La vida considero no tendría sentido si no hubiera un motivo por el cual vivir, el principito se ve motivado por una flor que le es muy especial, todos tenemos una razón de vivir y personas especiales a quien amar. Nadie es igual en el mundo aun hayan cosas en común, somos únicos.
Al reflexionar sobre los viajes del principito, yo también emprendí una travesía por diversas realidades que las personas viven y también logré identificar a todos los habitantes de los diferentes planetas en uno sólo. Y lo que debo confesar aunque me cueste (por que juzgarse a uno mismo es lo más difícil) yo he sido como estas personas.
Muchas veces me he considerado superior a otros, he estado en busca de súbditos sobre quienes ejercer mi “poder”,  otras veces he buscado el aplauso del mundo falaz y el reconocimiento por actos que quizá no son tan importantes, pero siempre en busca de la opinión del otro.
Al igual que el geógrafo presumo conocer el mundo que me rodea, pero no me atrevo a explorarlo. En mi experiencia de la vida cotidiana he aprendido a valorar las pequeñas cosas de todos los días, porque son las grandes cosas de la vida, a veces se torna aburrido y monótono y quisiera cambiar la realidad que me tocó vivir, me desespera la consigna, no me gusta lo ya establecido pero tampoco me gusta construir algo nuevo, ante esto lo que anhelo es dormir para evadir la realidad, sí soy igual que el farolero.
Me comparo con el hombre de negocios que se obsesiona por acumular riquezas y en su afán de conseguirlo hace lo que sea.  El egoísmos es propio de los adultos, los niños no tienen ese sentimiento, algunas vez he sido egoísta y me preocupa porque estoy comportándome como adulto.
No todo es negativo,  ya hablé de un motivo y una razón de vivir, también se amar o al menos lo intento, tengo flores especiales en la vida por las que me preocupo y hago lo posible por proteger, no tomo en cuenta si esa flor es vanidosa o quiere todas las atenciones porque cuando se ama de verdad no se miran los defectos.  Creo en la amistad he sabido ser amigo y he creado lazos irrompibles que también le dan sentido a mi vida. Muchas veces he estado solo, sin nadie con quien poder hablar verdaderamente, pero en tales circunstancias aparece una persona que me pide ser domesticado.
Han pasado ocho años desde la primera vez que leí El Principito y esto no lo había escrito ni contado a nadie quizá porque ”lo esencial es invisible para los ojos, no se ve bien sino con el corazón”.
Ahora veo el cielo y me busco, no me encuentro como niño y eso me entristece, me veo como adulto pero me resisto a pensar como ellos. Si un día me vieran abandonando mi esencia de niño háganmelo saber y rápidamente regresaré al juego, a concebir el mundo como una gran pelota, por favor sean amables conmigo. 




Exupéry, A. D. (2003). El Principito. Ecuador: Biblioteca Virtual de la UEB, 33p



Por: Misael Pineda