El Principito, podría decir es el libro que más he leído, a los 16 lo hice unas cinco veces, escuché el audio libro, vi la película y escribí algunos comentarios sobre la obra de Antoine de Saint Exupéry. Hace unos días leí tres veces más el cuento y significó algo diferente a las veces anteriores.
Reservo mi opinión sobre si es buena o mala
obra, al fin de cuenta todo es relativo. Me es más interesante hablar del
contenido. Como muy pocas veces hoy me detuve a reflexionar sobre el sentido de
la vida, las grandes y pequeñas cosas que pasamos todos los días y nuestra postura
ante tales sucesos, varios minutos me sirvieron para comprender por lo menos la
realidad que he construido.
Después de reflexionar la lectura del
principito comprendí mejor que nunca el verso bíblico que se registra en Mateo 18:3 “el que no fuere como un niño no
entrará en el reino de los cielos”. Y es que ser niño es lo más hermoso que
puede experimentar el ser humano. El
niño piensa la vida como un juego en el que hay que dar todo de sí y
divertirse, corre, ríe, grita, es él; no existe el pensamiento materialista que
un adulto puede tener.
Cuando somos niños todo nos maravilla aunque
también hay cosas que nos dan miedo, nos relacionamos con los demás sin
condición alguna, nos atrevemos a cuestionar sobre cualquier tema, nuestra
inquietud es tan grande que no entendemos cuando los adultos nos dan respuestas
tan vacías y sin sentido.
Ahora sé que físicamente no soy un niño, pero
releer el principito me hace retroceder,
es cierto, no me imagino con carritos y pelotas, corriendo por el amplio patio
de mi casa, ni mucho menos abrazando a mi desaparecido gato, pero me
sensibilizo y pienso como los niños en jugar, en jugar a vivir.
Comprendo que los problemas al igual que los
baobabs comienzan siendo pequeños, ese es el momento en que puedo desterrarlos,
porque cundo son muy grandes es más difícil. Creo que así debo pensar siempre,
tener una actitud positiva, todo cuanto sea posible se hará, no debo pedir lo
inalcanzable.
La vida considero no tendría sentido si no
hubiera un motivo por el cual vivir, el principito se ve motivado por una flor
que le es muy especial, todos tenemos una razón de vivir y personas especiales
a quien amar. Nadie es igual en el mundo aun hayan cosas en común, somos
únicos.
Al reflexionar sobre los viajes del principito,
yo también emprendí una travesía por diversas realidades que las personas viven
y también logré identificar a todos los habitantes de los diferentes planetas
en uno sólo. Y lo que debo confesar aunque me cueste (por que juzgarse a uno
mismo es lo más difícil) yo he sido como estas personas.
Muchas veces me he considerado superior a
otros, he estado en busca de súbditos sobre quienes ejercer mi “poder”, otras veces he buscado el aplauso del mundo
falaz y el reconocimiento por actos que quizá no son tan importantes, pero
siempre en busca de la opinión del otro.
Al igual que el geógrafo presumo conocer el
mundo que me rodea, pero no me atrevo a explorarlo. En mi experiencia de la
vida cotidiana he aprendido a valorar las pequeñas cosas de todos los días,
porque son las grandes cosas de la vida, a veces se torna aburrido y monótono y
quisiera cambiar la realidad que me tocó vivir, me desespera la consigna, no me
gusta lo ya establecido pero tampoco me gusta construir algo nuevo, ante esto
lo que anhelo es dormir para evadir la realidad, sí soy igual que el farolero.
Me comparo con el hombre de negocios que se
obsesiona por acumular riquezas y en su afán de conseguirlo hace lo que
sea. El egoísmos es propio de los
adultos, los niños no tienen ese sentimiento, algunas vez he sido egoísta y me
preocupa porque estoy comportándome como adulto.
No todo es negativo, ya hablé de un motivo y una razón de vivir,
también se amar o al menos lo intento, tengo flores especiales en la vida por
las que me preocupo y hago lo posible por proteger, no tomo en cuenta si esa
flor es vanidosa o quiere todas las atenciones porque cuando se ama de verdad
no se miran los defectos. Creo en la
amistad he sabido ser amigo y he creado lazos irrompibles que también le dan
sentido a mi vida. Muchas veces he estado solo, sin nadie con quien poder hablar
verdaderamente, pero en tales circunstancias aparece una persona que me pide
ser domesticado.
Han
pasado ocho años desde la primera vez que leí El Principito y esto no lo había
escrito ni contado a nadie quizá porque ”lo esencial es
invisible para los ojos, no se ve bien sino con el corazón”.
Ahora veo el cielo y me busco, no me encuentro
como niño y eso me entristece, me veo como adulto pero me resisto a pensar como
ellos. Si un día me vieran abandonando mi esencia de niño háganmelo saber y
rápidamente regresaré al juego, a concebir el mundo como una gran pelota, por
favor sean amables conmigo.
Exupéry, A. D. (2003). El Principito. Ecuador: Biblioteca
Virtual de la UEB, 33p
Por: Misael Pineda